Los nombres propios con los que se designa particularizadamente a los dioses, profetas y otros seres o entes del ámbito religioso se escriben con mayúscula inicial: Jehová, Alá, Jesucristo, Mahoma, Quetzalcóatl, Yemayá, Kukulkán, el Espíritu Santo, Satanás, Lucifer, Odín, Júpiter, Minerva.
Tanto los apelativos antonomásticos como las advocaciones que se les aplican deben escribirse igualmente con mayúscula inicial: el Señor, el Creador, el Todopoderoso, el Gran Arquitecto, el Salvador, la Virgen, la Purísima, el Innombrable, el Maligno, la Virgen de Fátima, Nuestra Señora del Rosario, el Cristo de la Agonía, el Buda de la Luz Ilimitada.
Las advocaciones son las denominaciones complementarias que se aplican al nombre de las personas sagradas y que se refieren a misterios, virtudes o atributos suyos, a momentos especiales de su vida, a lugares vinculados a su presencia o al hallazgo de una imagen suya, etc.
El sustantivo dios (‘ser supremo’) debe escribirse con mayúscula inicial únicamente cuando se emplea como nombre propio, de carácter antonomástico, para designar al ser supremo de una religión monoteísta (como se ve por los ejemplos, en esos casos la palabra Dios se usa sin artículo): Por medio de Moisés, Dios separó las aguas del mar Rojo para facilitar su paso a los judíos; En el islam no está permitido representar a Dios en imágenes; Dios envió a su hijo para salvarnos. La mayúscula se mantiene en los refranes y en las expresiones o frases hechas que contienen esta referencia: A Dios rogando y con el mazo dando; ¡Bendito sea Dios!; Hazlo como Dios manda.
En cambio, debe escribirse con inicial minúscula cuando se emplea como nombre común para referirse al ser supremo de modo genérico (normalmente, por ello, precedido de artículo): Jehová es el nombre en hebreo del dios de los judíos y cristianos; No hay más dios que el dios de los ejércitos; o a divinidades de religiones politeístas, acompañado o no del nombre propio correspondiente: ¡Oh, dioses, velad por ella!; La diosa Atenea; El dios Viracocha.
En usos metafóricos, se escribirá con mayúscula o minúscula en función de si se emplea con el primero o con el segundo de los valores antes referidos: Se cree Dios (sin determinante, como nombre propio antonomástico), frente a Se cree un dios (con determinante, como nombre común genérico).
Los sustantivos diablo o demonio, apelativos comunes utilizados habitualmente para referirse a Satanás o Lucifer, el ángel caído, se escribirán con minúscula: Fausto vendió su alma al diablo; Las brujas eran acusadas de tener tratos carnales con el demonio.
Aunque, en señal de respeto, ha venido siendo costumbre en textos de carácter religioso escribir los pronombres personales referidos a la divinidad, o a personas sagradas como la Virgen, con mayúscula inicial, pero no hay razón lingüística alguna que lo justifique, ya que en español esta categoría de palabras se escriben siempre con minúscula. Por tanto, se recomienda evitar la mayúscula en esos casos, como ilustran los ejemplos siguientes, donde se escriben con minúscula aunque se refieran a Dios o a la Virgen: Ve con Dios, que él te guíe y proteja de todo mal; A ti encomiendo mi espíritu; Bendita tú eres entre todas las mujeres.